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Desarrollo de la
personalidad: entre los 6 y los 12 años, los niños siguen avanzando y
desarrollando la construcción de su personalidad, además se producen cambios
concernientes al autoconcepto y la autoestima. De los 8 a los 12 años se hace más
evidente la parte más social del autoconcepto, las relaciones interpersonales y
las comparaciones con otros niños pasarán a vivirse de una forma continua.
Además se observa que en lo referente a las descripciones se incrementará
notablemente las alusiones a contenidos y rasgos internos de la personalidad,
puesto que no sólo se centran en rasgos externos, sino que ganan en
subjetividad y se convierten en valoraciones más objetivas y realistas. La
razón principal de estos cambios se encuentra
en los avances de tipo cognitivo, que le permiten asociar contenidos y
después realizar abstracciones de nivel superior, ya que poseen la capacidad
para adoptar perspectivas diferentes, y son capaces de verse a ellos mismos de
una manera más global. En este período
es posible señalar dos dimensiones de la autoestima relacionada con el aspecto
físico y la autoestima relativa a la competencia académico-social o de
destrezas físicas. Los niños expresan y asocian determinadas situaciones con
emociones básicas como la alegría y el enfado, pero llegado a este punto,
aumenta el abanico emocional y experimentan emociones más complejas como el
orgullo, la vergüenza o el sentimiento de culpabilidad. A partir de los 7 y 8
años es cuando comprenden la existencia de acontecimientos que provocan dos
sentimientos al mismo tiempo, e incluso llegan a aceptar que ambos sentimientos
puede ser contradictorios. Es necesario destacar que con estas edades comienzan
a controlar, comprender y regular las emociones, ocultando o exteriorizando un
sentimiento o emoción en función del contexto en el que se encuentren.
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Socialización: el niño de 6 a 12 años va adquiriendo
conocimientos de las características de los otros, basándose en que comienzan a
darse cuenta de que igual que ellos conocen a sus familias y amigos, éstos les
pueden conocer a ellos mismos de igual forma. Subrayar, como dicen Piaget &
Inhelder (2000), la importancia “de la experiencia adquirida como de la vida
social en general”. Son capaces de comprender el punto de vista de otras
personas y ser conscientes de que esas personas pueden tener un punto de vista
distinto al de ellos, puesto que no se encuentran en la misma situación. Los
niños además de saber tomar en consideración o estado, situación o
características de las personas conocidas
son capaces de ponerse en el
lugar de grupos amplios, comprenden los sentimientos de los otros. Además las
emociones que son capaces de comprender van ganando complejidad, aceptando el
sentimiento de orgullo, culpabilidad, etc. También es un triunfo importante la
capacidad de empatía ante emociones complejas sin que existan indicios
externos. Aumenta su capacidad de reflexión, desarrollándose habilidades
sociales y profundizando mucho más en la descripción de personas. En este
estadio comienzan a matizarse algunos de los aspectos sobre sus relaciones con
amigos y familiares, y las relaciones que se establecen no están basadas en la
imposición, sino que aparece el consenso mutuo entre los integrantes del
proceso de socialización. En el proceso de formación y consolidación de los
grupos sociales de constata que “la estructura del grupo está muy influida por
lo que a cada uno de los miembros agrada o desagrada”. (Lamberth, 1982) La
amistad aparece como una relación recíproca entre los componentes, se crean
también sentimientos como la preocupación y la confianza entre los amigos. Los niños van configurando una forma de
entender la vida y comprenden el sistema de jerarquías que establece un líder.
Se abandona el egocentrismo tan característico de las etapas anteriores, sobre
todo la de Educación Infantil.
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